TAL VEZ MAÑANA

Por Juan Romero Sierra



Mirando por esa ventana abierta al mundo que es Internet, y más concretamente por los numerosos ojos de buey o mirillas a disposición del curioso en Fecebook, me ha llamado la atención una fotografía, o composición, que hay colgada en el muro de una amiga muy querida, quien la ha compartido por amistad, según confiesa, si bien añade: «Yo no creo en estas cosas, pero por si acaso». Craso error, a mi modo de ver: pues de los males, el menor, y no al revés. Lo que pone de manifiesto, asimismo, el pobre análisis que hacemos de cuanto acontece a nuestro alrededor, si es que nos detenemos a analizar algo, que lo dudo, en razón de cómo nos crece el pelo, ya sea como sociedad, ya sea como individuos, miembros de esa
sociedad.

En la foto o composición de marras, sobre una mesa figura un tapete de croché, elaborado primorosamente, y sobre el tapete, hasta cubrirlo prácticamente, billetes de 50 y de 10 euros: lo que me hace sospechar que se trata de una composición, salvo que el autor sea rico, que los hay. Y cada vez más ricos: no en número, ya que el club al que pertenecen tiene la entrada restringida, sino en bienes raíces, inmuebles y dinero contante y sonante, más sonante que contante, dado que algunos poseen tal cantidad, que contarlo sería contar el cuento de pan y pimiento que nunca se acaba.  Montañas de dinero, en suma, que amasan a costa del pobre, cada vez más pobre y cuyo número crece como la espuma no por otros motivos. Acaparar riqueza los menos, significa condenar a la pobreza a los más.

«Cuenta la leyenda que quien comparta será rico en 2014», reza en la parte superior de la fotografía. Quien comparta, ojo, esta: la fotografía, no la pasta, ya que la intención es clara, por si no bastara que por dinero hay quien, amén de corromperse, mata incluso a sus padres, no ya a sus vecinos y a los vecinos de todo un país: el suyo, y nunca mejor dicho. De ahí que disponga de él a su antojo, porque como es suyo...

Y al pie de dicha fotografía, rematando la estampa, consta: «Quien solo mire tendrá 3 años de deudas».

¿Solo tres años de deudas? Veinticinco tiene Fulano; treinta, Mengano; Zutano, hasta que se muera, y así incluso el gato.

Perengano, que yo sepa, es el único que se las sacudió. «¡No más deudas!», dijo resuelto, tras varias noches de insomnio, a las deudas debido. Y dicho, hecho. Firme en su propósito, sin necesidad de aplazar la resolución adoptada o cifrar sus esperanzas en un milagro, acto seguido, cuando los lacayos de los ricos entraban por la puerta del edificio para dejarlo en bolas, es decir, como su madre lo trajo al mundo, respiró hondo, sacó pecho, tomó impulso y se arrojó por la terraza. El resultado, dado que vivía en un décimo piso, ya se lo puede imaginar cualquiera: los sesos aquí, un ojo allá, el otro en la acera de enfrente, las paredes salpicadas de sangre... «¡Coño, una oreja!», exclamó alguien en la parada del autobús, distante del lugar del aterrizaje doscientos metros, según fuentes oficiales, que, si oficiosas, para mí que no eran metros, sino kilómetros.

Como no quiero que a mis amigos les suceda otro tanto, les aconsejo que se limiten a mirar la fotografía, como he hecho yo, predicando con el ejemplo, pues ¿qué son tres años comparados con la eternidad? Con la eternidad, sí. Y si no, que se lo pregunten a quien se ha quedado sin trabajo, ha perdido su casa, la de sus padres, que era su refugio postrero, y, no contentos con ello los ricos (quienes gobiernan y dictan las leyes), aún sigue debiéndoles una «pimporrá» de millones, y cada día que pasa más, por culpa de los intereses. Calcule el lector a cuánto ascenderá la deuda dentro de mil años, y no digamos dentro de un millón de años, o de dos, o de tres.

La sociedad que hemos construido y nos resistimos a cambiar es esa: los ricos, cada vez más ricos, y los pobres, cada vez más pobres, como es público y notorio. Pero como la vida da muchas vueltas y lo que no tiene vuelta de hoja es la condición humana, día llegará en que aquellos que aún comen a diario, no tengan qué llevarse a la boca. Entonces, cuando solo haya ricos y pobres, como en el medievo, ya será tarde para cambiar nada. Amén de carecer de la energía necesaria, a lo que conduce no comer, seguiremos sin tener conciencia, como ahora, a lo que se debe lo que hay. Más de un milenio después, que fue lo que duró la Edad Media, pasito a pasito tal vez logremos salir de la catástrofe que se avecina y muchos ya están sufriendo en sus propias carnes.

Más de dos millones de niños malnutridos hay en España, a muchos de los cuales se les cae el pelo, los dientes y están perdiendo masa ósea, a la malnutrición debido, según los médicos. Dudo que haya dato más elocuente de lo que somos y de lo que nos aguarda, dado que la cifra, lejos de disminuir, aumenta a medida que pasan los días, no obstante ser de dominio público ambas cosas: cifra de niños que se acuestan sin cenar y las causas. Y con lamentarlo, como todos lo lamentamos, no basta, como se está comprobando. Menos aún basta con arrimarles un plato de comida, del que mañana es muy probable que carezcan nuestros hijos o nuestros nietos, no ya nosotros mismos, que, mirándolos a ellos, es lo de menos. Entre tanto no nos planteemos seriamente dar carpetazo a lo que hay y emprender otra ruta, olvidándonos del camino seguido hasta aquí, todo esfuerzo será en vano.

Juan Romero Sierra es autor de "El manuscrito Nomentum", novela publicada recientemente por la editorial Raíces.

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